martes, 26 de noviembre de 2024

Cómo conservar las frutas y las verduras para que duren más, en 5 trucos infalibles

 (Un texto de Virginia Carbajo en El Confidencial del 9 de agosto de 2016)

Esas frutas que en el supermercado parecían lustrosas y que en la nevera no duran ni diez minutos… quizá el problema sea la mala conservación.

Muchas veces, pese a que pensamos que lo estamos haciendo bien, conservar las frutas y verduras frescas no es tarea fácil y podemos pensamos que iba a durar, aparece de pronto en mal estado. Por eso, vamos a dar algunas claves de cómo conservar correctamente las frutas y  verduras, para asegurarnos de que están en perfectas condiciones el mayor tiempo posible.

1. Lavar antes de guardar
Puede que dé pereza, pero conviene detenerse un momento a lavar bien la fruta o verdura que hemos comprado, ya que puede tener restos de tierra o cualquier otro producto que perjudique a la hora de que los alimentos se conserven correctamente. Además, cabe la posibilidad de que se contaminen unos a otros en el cajón, y entonces todos durarán menos. 

Pero ojo, hay alimentos que, por el contrario, aguantarán más si no se lavan para guardarlos. Las fresas, los frutos del bosque, los champiñones o las hierbas aromáticas (como la albahaca o la hierbabuena) acortan su vida útil cuando son lavados. Lo mejor para esos  productos es lavarlos justo en el momento de consumirlos.

2. Alimentos separados
Para optimizar la conservación, lo primero que hay que hacer es separar las frutas y verduras. Ambos tipos de alimentos tienen unas propiedades, características y maduración diferentes, por lo que las que maduran más tarde pueden ponerse pochas antes si las tenemos juntas. Muchas frutas emiten a medida que maduran pequeñas cantidades de etileno, que provocan que las verduras pierdan la clorofila y se echen a perder.

En esa línea, hay productos que emiten una mayor cantidad de gas y habría que almacenarlos solos, como las manzanas, peras, melones, ciruelas, aguacates, berenjenas, tomates, cebollas, la lechuga o el repollo.

3. No siempre es necesaria la nevera
Pese a que tendemos a meter sistemáticamente todas las frutas y verduras en la nevera, esto no siempre es lo mejor para su conservación. La mayoría sí agradecerán estar a baja temperatura, mucho más en los meses de calor, pero hay otros alimentos, como las patatas, las cebollas, el tomate y los ajos que no es necesario meter al frigorífico y, de hecho, conservan sus propiedades mucho mejor fuera de él.

El cajón de las patatas que tenía la abuela estaba ahí por algo, no te sorprenderá, pero atención porque el tomate también es uno de estos productos que están mejor fuera. Como mejor se conservan todos ellos es
en un lugar seco y oscuro (precisamente la nevera no es ni muy seca, ni muy oscura) y asegurarse de que respiren. Un recipiente con tapa pero con agujeros puede ser una opción óptima.

4. Se pueden agrupar, selectivamente
Hay algunas frutas y verduras que sí pueden almacenarse juntas, pero conviene prestar atención a cuáles se están mezclando. Si se juntan con productos de maduración rápida, estos echarán a perder también a los que iban a madurar más lentamente.

Los alimentos de este tipo resultan más sensibles al etileno y, por lo tanto, podemos juntarlos con otros de sus mismas características, pero teniendo cuidado de no unirlos con los antes mencionados. Son, por ejemplo, la uva, la sandía, el calabacín, el espárrago, la zanahoria o la judía verde.

Sin embargo, hay otras a las que el mencionado gas no afecta de ningún modo, así que se pueden almacenar junto a otras sin peligro para su conservación. Algunas de ellas son los pimientos, los cítricos y también los frutos rojos o las fresas, entre otros.

5. Congelar antes de desperdiciar
A pesar de que pueda extrañar, es posible congelar las frutas y también las verduras, para mantenerlas en óptimas condiciones de consumición más tiempo. 

Lo ideal es no tener que hacerlo, para que no pierdan ninguna de sus propiedades, pero si prevemos que se nos ha ido la mano comprando y se van a poner malas, es mejor congelar.

La manera más eficiente de congelar estos alimentos es lavarlos y secarlos bien antes. Con las verduras, lo mejor es escaldarlas para meterlas al congelador: se echan unos instantes en agua hirviendo, y seguidamente a agua con hielo; tras ello, se secan bien y ya se pueden guardar. Las únicas verduras que no conviene congelar son las que tienen un alto contenido en agua, como el apio o el pepino, ya que cristalizará y cambiará su textura.

martes, 19 de noviembre de 2024

Diez platos alrededor del mundo

 (Un texto de Carmela Díaz en El Confidencial del 20 de marzo de 2018)

Una de las grandes satisfacciones de un viajero consiste en explorar la gastronomía local. Descubrir productos y platos foráneos es un aliciente adicional de cualquier destino. Por eso vamos a viajar a través de los sabores. Daremos la vuelta al mundo en busca de especialidades culinarias procedentes de los cinco continentes.

Chipre: mezze
En este rincón mediterráneo que fusiona la cocina griega con la turca se toman muy en serio la comida. El
ritual gastronómico comienza con el mezze. Es un concepto similar a nuestras tapas que incluye aperitivos y platos como encurtidos, verduras, salchichas ahumadas, albóndigas con especias, humus, ensaladas y hasta veinte ingredientes más. En la costa, el mezze se elabora con pescados, pulpo y marisco, mientras que en el interior utilizan pollo, cerdo o cordero. A pesar de estar rodeados de mar, me gustó más esta segunda opción porque los pinchos de carne a las brasas están deliciosos.

Los acompañamientos. El vino con la denominación de origen más antigua del mundo, el Commandaria. Pero lo que me sorprendió fue el contundente aguardiente Zivania de los brindis. Un aviso: probadlo solamente si os gustan los orujos fuertes.

Sudáfrica: bobotie
Os confieso que cuando visito África siempre recelo de comer bien. Pero estoy equivocada: no solo las
recetas, sino los productos son estupendos. En la zona del Cabo la oferta gastronómica es de nivel y a precios muy por debajo de la media europea. Tenéis que probar el bobotie, un guiso que se cocina desde
el siglo XVII y se elabora con carne picada. Se decora con huevo, lleva frutos secos, chutney, bananas, y
se acompaña de plátanos fritos, arroz y verduras. Me recuerda a una lasaña, pero más exótica, especiada y contundente. A veces añaden sambal, un condimento que se prepara con varios tipos de chiles y
pimientos (en versión más suave o extrapicante).

Para comer cocodrilo y kudu acude a Mama África, el local más famoso del Cabo en el que probar carnes autóctonas, siempre animado y con música en directo. También te lo podrás traer a casa en forma de paté.

Malasia: curry laksa
Cuando viajas por el Sudeste Asiático, sabes que sucumbirás ante los noodles (buenísimos en los puestos callejeros malasios por menos de un euro) o el teriyaki, pero te agrada encontrar una gran variedad de sopas. Siempre sabrosas y condimentadas. No dejéis de probar la más típica, que tiene por nombre laksa. Es densa, lleva curry y se completa con pescado, gambas, berberechos, tofu y otros. Os recomiendo pedir la de fideos cocidos en leche de coco. Y probad los rotis, riquísimos 'pancakes' malasios dulces o salados que se elaboran como una pizza: estirando la masa y lanzándola al aire.

Para refrescarse. Combate la humedad -cercana al 90%- con la bebida clásica de Malasia (que también
he probado en Singapur), teh tarok. Se elabora con té negro y leche evaporada y condensada. Lo sirven
con espuma y lo escancian como la sidra.

Australia: barramundi
Llegando a las antípodas hay que saborear este pez originario de Australia y Nueva Guinea, que puede medir hasta dos metros y pesar 60 kilos. Se mueve entre agua dulce y salada, característica que le otorga una textura especial. Confieso que me recordó más a pollo que a pescado y que tiene un agradable regusto mantecoso. El barramundi se considera un superalimento magro y lo preparan horneado, a la plancha, a la barbacoa o con diversas salsas.

La cerveza de jengibre. Es obligatoria, bien distinta a la que estamos acostumbrados. Su sabor es dulce y
no suele llevar alcohol.

Chile: curanto
En la actualidad lo explotan como actividad para turistas, pero merece la pena acudir al ritual (si no te acompaña un grupo muy numeroso). El curanto es una preparación indígena con un método particular: se
excava un hoyo, se meten piedras y se hace una fogata. Cuando están al rojo vivo se introducen patatas,
carne de cerdo, de vacuno y mariscos. Los lugareños las tapan con hojas de nalca y una capa de tierra. Os aviso que durante la cocción se os abrirá el apetito: ¡los vapores huelen de maravilla, como a cocina casera! El resultado final son unos alimentos tiernos y sin apenas grasa. Las patatas me recordaron a las que asamos en chimeneas.

El postre. Si eres goloso, prueba el chumbeque. Es un dulce norteño, elaborado con capas de mieles de frutas, como lima o mango.

Perú: carapulcra
Una advertencia para los que visitéis el país andino próximamente: allí se come muy bien, tanto en los restaurantes de alta cocina limeños como en cualquier puesto informal. ¡Y las raciones son enormes! Más
allá de su archiconocido cebiche, os recomiendo probar un plato peruano con origen precolombino. La carapulcra es un potaje mestizo a base de papas, panceta, caldo de pollo, ají, maní, clavo y canela. Se sirve
con arroz blanco o yuca sancochada. Otro plato que resulta interesante es el tacu-tacu, ejemplo de cocina de aprovechamiento que se prepara con frijoles y arroz. ¡Ah! Y no olvides acompañar tus platos con alguna cerveza típica cusqueña.

Atrévete con el cuy. Su carne es sedosa y delicada. Pero cuando descubras que procede de un animalito que parece un peluche, te remorderá la conciencia.

Colombia: sancocho de gallina
¿Sabéis que la gastronomía colombiana cambia según sus pisos térmicos? Allí me explicaron que su cocina varía según el clima de las regiones: cálido, templado, frío y páramo. Sorprende la cantidad de sopas caseras, como el clásico sancocho. Es un guiso imprescindible en los paseos de olla, una excursión
de fin de semana por ríos y quebradas. Si puedes acompañar a una familia a esta especie de picnic criollo,
la experiencia será completa. Se elabora con carnes, tubérculos, verduras y condimentos. Os aconsejo
probarlo en leña porque le aporta un sabor ahumado más intenso.

Frutas desconocidas. Es emocionante probar el lulo, mangostino, arazá o borojó. Frutas que no encontrarás en otros lugares.

México: panuchos
Es imposible no enamorarte de este país. En cuanto lo pisas te atrapa para siempre. Su diversidad cultural
y sensorial se traslada también a la gastronomía. Entre sus antojitos culinarios más populares destacan los
panuchos. Son tortillas de maíz rellenas con frijol y pollo empanado, carne asada, cochinita pibil… Pero
tenéis que disfrutar los de relleno negro, elaborados con chilmole. Se presentan con una hoja de lechuga
sobre la tortilla y se acompañan de tomate, cebolla morada, aguacate y pepino. Un consejo: ¡echadle un
chorrito de salsa de chile habanero!

Para vegetarianos. Probad las exquisitas quesadillas de huitlacoche azul, un hongo que crece en el maíz.

Polinesia: chevrettes
La gastronomía de este paraíso isleño no es muy compleja, se basa en producto frescos y exóticos. Atención a la langosta a la vainilla… ¡Imperdible! Pero como plato tradicional hay que destacar los chevrettes. Se pueden elaborar con gambas o camarones recién pescados, a los que se les añade una salsa
cocinada con vainilla, ron, leche de coco y crema de leche. El marisco va pelado y salteado. Es una especialidad que requiere una cocción lenta hasta que la salsa alcanza bastante espesor. Los chevrettes están deliciosos: se sirven calientes acompañados de arroz y espinacas salteadas.

Un crustáceo extraño. El aspecto del varo no es muy apetecible (se parece a las galeras), pero tiene un
sabor potente.

Filipinas: pinakbet
¿Te imaginas llegar a este lejano archipiélago y encontrar chorizo filipino? Pues lo harás. Están influenciados por la gastronomía asiática e hispana. De los españoles han adoptado guisos (como la
paella), el adobo y la preparación de embutidos. Pero nos vamos a centrar en una popular receta de origen
indígena: el pinakbet, elaborado con longaniza, verduras y caldo de camarón. Me pareció un plato colorido y de sabor contundente. He de advertiros que en Filipinas la comida no suele llegar caliente a la mesa. Estas islas no son el paraíso para los vegetarianos, pero el poqui-poqui -berenjenas asadas que se preparan en forma de revuelto con tomate, cebolla y huevo- es una buena opción.

Sabores tropicales. En estas tierras vais a probar los mejores mangos, papayas y guayabas de vuestra
vida.

martes, 12 de noviembre de 2024

La granada, el sabor del otoño

 (Un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del 14 de noviembre de 2015)

Tiene muchas propiedades saludables y no es tan difícil de pelar como dicen. Además de ser un rico postre, forma parte de ensaladas y de variadas guarniciones.

La granada es una fruta que no tiene demasiado protagonismo en nuestras mesas. En la zona de Levante, especialmente en el triángulo imaginario que va de Elche, a Albatera y Orihuela, es donde se produce la más selecta de todas: la granada mollar de Elche, y donde el recetario ha evolucionado mucho, desde los entrantes hasta los postres. 

En el resto de España, en general, no es muy conocida. Ni sus granos limpios han cuajado como postre para comer tal cual, ni tampoco se emplea demasiado para elaborar salsas, confituras o vinagretas. Tal vez la fama que tiene de fruta difícil de pelar y, por lo tanto, de comer, le resta seguidores. 

«Se junta un poco todo», asegura Javier Mene, distribuidor de frutas y hortalizas zaragozano, «pero lo cierto es que estamos ante una ‘superfruta’, que durante el otoño y el invierno no debería faltar en nuestras mesas porque sus propiedades antioxidantes son magníficas». 

A partir de este desconocimiento, tanto Javier Mene como José Antonio Roy Melús, chef del restaurante Birolla 4, ubicado en una de las calles del Tubo de Zaragoza, proponen en estas líneas hacer un poco de pedagogía para valorar más esta fruta. 

Es lo que también persigue el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias, donde se trabaja en la mejora genética para conseguir ejemplares con menos fibra, más azúcar y que sean fácilmente comestibles y, por lo tanto, más vendibles en tiendas y supermercados. 

Este último argumento está relacionado, sobre todo, con la presencia de las semillas o piñones que tienen los granos de todas las variedades. En la mollar son blandos y apenas se notan, pero no sucede lo mismo en la americana GRANADA Esta ‘superfruta’ con muchas propiedades no se adapta bien a estos tiempos en los que la comodidad es un valor en alza.

APARIENCIA. Aprender a conocer este fruto por dentro y por fuera es importante a la hora de valorar su calidad. La apariencia exterior va a ofrecer algunas pistas interesantes. Javier Mene habla de la importancia de elegir ejemplares grandes de alrededor de 300 gramos. «Los de mayor tamaño son los que más se cotizan –asegura–, aunque el calibre no es una cuestión determinante; en cualquier caso, las granadas son relativa mente asequibles ya que las de mayor calidad es difícil que superen los dos euros el kilo». 

Al tacto es importante sentir la dureza y la consistencia de cada pieza, pero también el punto de madurez. Para valorarlo correctamente, la apariencia es un buen indicador. «En las variedades nacionales, el color muy rojizo delata que todavía no han madurado suficientemente; es importante que tengan la piel como sonrosada, más tirando a marrón que a rojo», prosigue el frutero. 

Al abrirla, el color de los granos es otro de sus grandes atractivos. «Difícilmente vamos a encontrar otro producto más vistoso; ese colorido que tanto alegra cualquier plato». A José Antonio Roy fue lo primero que le llamó la atención cuando empezó a trabajar esta fruta. De ahí que cuando llega el otoño no suele faltar en su carta. 

Pero más allá de lo bien que queda visualmente, el mayor valor añadido que aporta está relacionado con su sabor. Nuestros dos protagonistas hablan del punto agridulce como una de sus principales características. Estableciendo algún parecido razonable, podría compararse al de las grosellas, tan empleadas para animar ensaladas o acompañar de frutos secos, productos ahumados y quesos.

Sin duda, se trata de buenos compañeros de viaje. De hecho, donde mayor encaje tienen los granos, en crudo, es en las ensaladas. Pero por encima de todas, en una: escarola, granada y ajo. Muchas son las mesas en las que aparece esta sencilla combinación que aglutina interesantes sabores y texturas. El punto acídulo o ligeramente azucarado de los granos se adapta perfectamente al amargor de la verdura. Y el conjunto resulta muy vistoso, con la presencia de tonalidades amarillas, verdes y rojizas. Eso sí, a la hora de aliñar, mejor limón que vinagre. La granada también constituye una excelente guarnición para carnes y pescados de todo tipo. 

De su protagonismo a lo largo de la historia hay muchos indicios. Por ejemplo, aparece en tumbas egipcias datadas 2.500 años a. C., pues por allí era conocida como la fruta de la muerte, y se cree que fueron los cartaginenses los que introdujeron el granado en la región mediterránea a raíz de las guerras Púnicas. Para los antiguos persas, las semillas transformaban a sus guerreros en invencibles y, en China, hoy, como hace muchos años, sigue siendo el símbolo de la longevidad. 

POSIBILIDADES EN LA MESA. Los granos admiten muchas posibles combinaciones. Por ejemplo, con melón y frambuesa, rememorando de esta forma las conocidas frutas de la pasión. También le dan un toque especial a las salsas de algunos asados; sin olvidar la sencillez de un sorbete, que desgranada la pieza y utilizando la licuadora, ofrece un resultado excelente. 

De hecho, es licuada como tiende a consumirse cada vez más. Su zumo aglutina innumerables propiedades saludables, hasta el punto de que muchas empresas lo ofrecen envasado, como un producto de cuarta gama. A partir de ese zumo podremos obtener un almíbar o jarabe de granada, una salsa, una compota o una vinagreta capaz de alegrar diferentes platos dulces y salados. La vinagreta que el chef Roy Melús utiliza en la ensalada de perdiz que aparece en estas páginas es un buen ejemplo. Para obtenerla emplea dos partes de aceite de oliva virgen extra, una de vinagre de Módena y otra de granada licuada. Emulsiona todos los ingredientes y en el momento de aliñar añade a la vinagreta unos granos. 

Por otra parte, el almíbar de las granadas se caracteriza por tener un sabor agridulce, lo que lo convierte en un excelente ingrediente para jugos, cócteles, salsas y vinagretas. Además, en los adobos y marinadas ayuda a ablandar la carne. En el mercado también podemos encontrar melaza de granada, que es un almíbar más concentrado. 

Preparar una sencilla salsa casera con esta fruta no es difícil. Por ejemplo, en esta receta de solomillo de cerdo que le va muy bien: se marca el solomillo en la plancha y en una sartén se fríen cebolla y zanahoria cortadas en juliana. Pasados unos minutos se incorpora la harina y los granos de dos frutos. Se rocía con vino de Oporto, leche y se deja hervir 20 minutos antes de pasar por el chino. Por último, se saltean unos champiñones en láminas, se napa el solomillo con la salsa y a comer. ’ 

Dos trucos para pelar una granada 

Hay varios trucos para pelar una granada. Uno de ellos lo sugiere el cocinero José Antonio Melús. Él hace una incisión con un cuchillo en la zona ecuatorial pero sin romper la fruta. A continuación, gira cada mitad en sentido contrario y ya tiene los dos trozos separados. Por último, con una cuchara de madera o un mazo de cocina se golpea el exterior de la fruta para que los granos vayan cayendo en un bol. Hay quien lleva a cabo esta misma operación pero dando la vuelta a la piel gruesa que recubre el preciado tesoro. 

Javier Mene propone hacerlo de una forma diferente. Con un cuchillo, recomienda marcar superficialmente la piel alrededor del pedúnculo que la sujeta al árbol. De esta forma se podrá retirar fácilmente. Seguidamente, hace unas incisiones a la altura de los nervios que unen los granos y, como si fueran los gajos de una naranja, los separa. El fruto quedará perfectamente abierto para manipularlo a conveniencia.

martes, 5 de noviembre de 2024

Los secretos de los 'top chefs' que cambiarán para siempre tu forma de cocinar

(Un texto de Miguel Ayuso en El Confidencial del 3 de septiembre de 2015)

Aunque muchas de las técnicas que utilizan los cocineros profesionales no podemos aplicarlas en casa, algunos de sus trucos pueden hacer que mejore, y mucho, nuestra pericia entre fogones.

Para ser un buen cocinero casero no hace falta conocer todas las técnicas con las que nos deslumbran los participantes de los concursos de televisión. Lo importante es conocer un puñado de métodos y recetas básicas y, a partir de ahí, dejarse llevar. 

Ahora bien, los grandes chefs utilizan trucos que pueden ayudarnos en nuestro día a día en la cocina y que no nos costará integrar en nuestras rutinas. The Daily Mail ha entrevistado a algunos de los más conocidos cocineros británicos que comparten sus trucos culinarios favoritos. Estos son algunos de los más útiles:

1. Cocinar las verduras con bicarbonato

El cocinero jefe del Portmeirion Hotel, Mark Threadgill, recomienda añadir una pizca de bicarbonato sódico al agua que vamos a utilizar para cocer vegetales verdes. Esto ayudará a que las verduras queden más blanditas, pero sin que pierdan su color, lo que hace que tengan mucho mejor aspecto.

2. Marinar la carne durante dos días

Algunas carnes como el cordero o la caza son demasiado fuertes para muchas personas, pero tras un buen marinado resultan irresistibles para cualquiera. El cocinero jefe del restaurante Zaika, Shoeb Haider, prepara las chuletas de cordero marinándolas durante 48 horas en un mezcla de pasta cruda de papaya, jengibre, chile en polvo, curry gram masala, cilantro, sal y yogur.

Como cualquier otra marinada debe prepararse en una fuente en la que se sumerge la carne, y debe conservarse en la nevera tapada con film. Marinar es una técnica muy utilizada por los chefs profesionales, aunque no tanto por los cocineros caseros, pese a la facilidad que entraña. Basta preparar una marinada de aceite de oliva, ajo y perejil para que las pechugas de pollo o las chuletas de cerdo pasen de ser un plato de batalla a ser una delicia. Y también es genial para el pescado.

Marinar tiene, además, un efecto muy interesante sobre la carne: hace que se ablande, por lo que resulta ideal para las carnes más duras, que son difíciles de cocinar bien sin que queden muy secas.

3. Echar sal en la cebolla al cocinarla

Como explica Vivek Singh, chef del Cinnamon Club del Soho, no debemos olvidar echar sal a la cebolla justo cuando vamos a cocinarla. Esto hace que la humedad se elimine más rápido, lo que acelera su cocción y permite que se dore más rápido. Salar bien las comidas es fundamental para que resulten realmente sabrosas y es mejor hacerlo siempre cuando se está cocinando, nunca después, pues la comida caliente absorbe mejor la sal.

4. Cocinar la carne a temperatura ambiente

Esto es algo que conoce todo chef que se precie, pero, pese a esto, en la mayoría de hogares se cocina la carne tal cual sale de la nevera, una costumbre muy poco recomendable. Si cocinamos un filete frío será imposible que nos quede jugoso pues, como explica Jarad McCarroll, jefe de cocina del M Restaurant, si la carne no está a temperatura ambiente no se cocinará de manera uniforme. Otra norma básica para hacer buenos filetes es tener la plancha o sartén donde vamos a hacer la carne lo más caliente posible, añadiendo sólo el aceite indispensable para que no se nos pegue.

5. Pelar ajos más rápidamente

Aunque no hay que estudiar un posgrado para pelar un ajo, en ocasiones se convierte en una actividad bastante engorrosa. Para hacerlo mucho más rápido, explica Hayden Groves, cocinero de BaxterStorey, basta con coger una sartén y golpea los dientes de ajo con la base. La piel se separará de la carne y podrás retirarla sin esfuerzo con la mano.

6. Utilizar hierbas aromáticas

Como explica McCarroll, las hierbas como el cilantro, el perejil o la albahaca pueden cambiar por completo el sabor de un plato y marcar la diferencia entre lo mediocre y lo excelente. Lo importante es añadir las hierbas al final del proceso de cocción, para que el plato coja su aroma, pero no sepa tan sólo a éstas.

7. Cubrir la encimera con papel film

El papel film no sólo sirve para preservar mejor los alimentos en la nevera. Como explica Groves, es ideal para cubrir la encimera en la que vamos a trabajar (sobre todo si vamos a hacer masas) pues, tras manipularlo todo, basta enrollar el plástico y tirar todo a la basura. No es el método más ecológico del mundo, pero si vas a ensuciar mucho puede ahorrarte un gran trabajo.

8. Espesar una salsa

Tal como explica el cocinero Graham Campbell, que cuenta en su haber con una estrella Michelin, la mejor forma de espesar una salsa que nos ha quedado demasiado líquida es elaborar lo que se conoce como beurre manié, una pasta formada a partes iguales por mantequilla y harina. Cuando se derrite libera las partículas de harina sin crear grumos. Basta añadir poco a poco ésta a nuestra salsa para que obtenga la consistencia deseada sin fastidiar su sabor, pero siempre cuando se está cocinando, nunca antes de servir. Ahora bien, tenemos que tener cuidado para no pasarnos, pues si echamos demasiada el plato quedará muy pesado.

9. No cocinar sin tenerlo todo preparado

Todo buen cocinero sabe que antes de empezar a cocinar hay que tener todos los ingredientes y utensilios que se van a utilizar a mano, lo que se conoce en el mundo de la hostelería como mise en place, literalmente, “poner en su lugar”. Lo ideal, explica el cocinero jefe del Hotel Chantelle de Londres, Seth Levine, es picar y medir todos los ingredientes que se van a utilizar en un plato antes de ponerse manos a la obra, pues no hay nada peor que tener que parar porque se te ha olvidado algo, un descuido que puede alterar los tiempos de cocción y arruinar el plato.

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