(Un texto leído en El Confidencial el 29 de octubre de 2018)
La fiesta de Todos los Santos ya está aquí y, con ella, una dulce tradición que resiste el paso de los siglos. Te contamos cómo hacerlos y algunas curiosidades.
Las luces de octubre se apagan y se encienden las de noviembre. Con la llegada del frío, las bufandas y los guantes también llega la fiesta de Todos los Santos, que viene acompañada de dos de los mejores dulces del año, los buñuelos de viento y los huesos de santo. Si no tienes tiempo para hacerlos tú mismo pero eres un auténtico fan de estos dulces, y valoras la calidad y el respeto a la tradición, puedes acudir [a un obrador].
Pero si te atreves a hacerlos tu mismo, de la mano de La Frescocina te traemos la receta de siempre para sorprender a tu familia el próximo 1 de noviembre. La clave de unos buenos buñuelos está en una masa etérea, ligera, capaz de doblar su volumen al contacto con el calor. Apunta la receta.
¿Qué necesitas?
400g de agua mineral
250g de leche entera
160g de mantequilla
100g de azúcar blanquilla
Una pizca de sal
300g de harina de trigo
30g de levadura
6 huevos de gallina campera y aceite para freír
1. Pon en un cazo el agua, la mantequilla cortada a trocitos y la pizca de sal. Cuando comience a hervir, echa la harina y remueve hasta que la masa se despegue de las paredes. Retirar y dejar entibiar.
2. Ir añadiendo los huevos frescos uno a uno, batiendo antes de cada incorporación. Deja enfriar la masa.
3. Una vez la masa de los buñuelos esté fría, calienta un cazo con abundante aceite de oliva, pon la masa en una manga de pastelería (sin boquilla o con boquilla lisa y grande) y echa al aceite caliente las raciones de masa.
4. A medida que se vayan dorando sacarlas y escurrirlas sobre papel absorbente.
Si eres más de huesos de santo, que sepas que el secreto está en la calidad del mazapán y en el equilibrio entre almendra, azúcar, huevo y almíbar, sus únicos ingredientes en la receta clásica. ¿Quieres hacerlos en casa? Apunta.
Para el mazapán
200 gr. azúcar
150 gr. de almendra cruda molida
200 ml de agua
Para el relleno
6 yemas
90 gr de azúcar
100 ml de agua
¡A cocinar!
1. Para el mazapán, coloca un cazo en el fuego con el agua y el azúcar para el almíbar. Cuando esté listo, incorpora la almendra molida y remueve hasta formar una pasta. Deja enfriar y reserva.
2. Para el relleno también deberás elaborar un almíbar con agua y azúcar y, fuera del fuego, incorporar las yemas batidas. Vuelve a colocar el cazo en el fuego al baño maría y remueve continuamente hasta que se espese. Te tiene que quedar bastante duro. Cuando lo tengas, deja enfriar.
3. Sobre la mesa, espolvorea azúcar, extiende el mazapán y cortalo en triángulos. Enrollalos en un tubo metálico especial para repostería y deja enfriar. Cuando estén secos, rellénalos con la masa de la yema.
¿Sabías que...?
La tradición de los huesos y buñuelos es centenaria. Aunque los orígenes de los buñuelos no terminan de estar claros, las leyendas nos transportan tanto a la Valencia sefardita como a la Málaga musulmana. En cualquiera de los casos, las protagonistas eran unas pequeñas bolitas de masa hechas a base de agua, manteca y harina que, al freírse en calderos de aceite hirviendo, se hinchaban, se llenaban de viento. Surge así su nombre, que ha llegado intacto hasta nuestros días.
Los huesos de santo nos llevan directamente a la festividad en la que se homenajea a quienes ya se marcharon. Tampoco se conoce su origen con exactitud, pero sí que Francisco Martínez Montiño, jefe de las cocinas reales de Felipe III, se refería a ellos ya en 1611 como una de las tradiciones con las que se
conmemoraba a los muertos y a los santos en los primeros días de noviembre.
¿Qué fueron antes, los buñuelos o los huesos de santo? No hay certezas absolutas pero cuenta la tradición que algún pastelero de antaño decidió hacer la competencia a los buñuelos en la festividad de Todos los Santos. Para ello se sirvió de la pasta más moldeable de la época, el mazapán, y dio forma a un pequeño hueso (con su ‘tuétano’ y todo), que rápidamente se hizo popular entre la población. Según esta interpretación, el buñuelo sería anterior al hueso de santo.
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