Decía Cunqueiro que el
pulpo «quiere ser comido a la sombra
en verano, con un buen pedazo de pan para rebañar en el plato». No es necesario que sea en verano, aunque es
cierto que es en esa época estival cuando las pulpeiras acuden a
las romerías y fiestas gallegas con sus grandes calderos donde hierven los cefalópodos
enteros y los 'asustan' tres
veces. Tras un leve reposo los trocean, los colocan luego sobre un plato de madera
para espolvorearlo con sal gorda y
buen pimentón dulce y picante
y regarlos con abundante aceite de oliva.
Aunque no todo el mundo se pone de acuerdo, parece que la única
diferencia entre pulpo 'a feira' y a la gallega está en que
este segundo lleva debajo cachelos, esas
sabrosas patatas tiernas cocidas.
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