(Leído en un texto de Neus Palou en La Vanguardia del 14 de octubre de 2016)
Esta hortaliza de sabor entre amargo y picante es una fuente de salud
que mejora el sistema digestivo, hepático y, además, es diurético y
mejora el tránsito intestinal.
Si incluyes habitualmente el rábano en tus ensaladas debes
saber que estas cuidando, no solo tu salud en general, en especial tu
función hepática (hígado y vesícula).
El rábano pertenece a la familia de las crucíferas al igual que el
brócoli, coliflor, coles de Bruselas, rúcula o nabos. Es la raíz
comestible de la planta y tiene un color rojo, carne blanca y un sabor
entre amargo y picante.
“El sabor ligeramente picante es debido a los compuestos de azufre
(glucosinolatos). Estos compuestos son responsables del efecto
antioxidante de los rábanos, del efecto diurético, digestivo, del aumento de la secreción de bilis en el hígado, y de facilitar el vaciamiento de la vesícula biliar” explica la nutricionista Marta Sanz.
El 95% del rábano es agua y es bajo en nutrientes energéticos como
las proteínas, glúcidos y lípidos, por lo tanto es una hortaliza con un
bajo aporte energético ( 17 Kcal por 100 g de parte comestible). Además,
es rico en fibra, 1g por cada 100g. “Las recomendaciones de fibra diaria
para un adulto es de 25-30 g al día, y en el caso de los niños es la
edad más 5g. Por ejemplo, si un niño tiene 10 año habría de consumir 15 g
al día de fibra” recomienda Sanz. Los efectos que nos aporta la fibra
son: mejora del tránsito intestinal, disminución de los niveles de colesterol y mejora la tolerancia de la glucosa. Por lo tanto, incluye rábano a diario en tus ensaladas y te olvidaras del estreñimiento.
Existen innumerables razones porqué los rábanos son un buen complemento a tu dieta, pero el de mejorar el sistema inmunitario
es uno de los más importantes. 100 g de la parte comestible del rábano
contiene 20 mg de vitamina C y la recomendación de consumo de esta
vitamina al día es de 60mg. Esta vitamina le confiere al rábano
propiedades antioxidantes que ayudan a proteger la piel y las mucosas digestiva, ya que interviene en la formación de colágeno.
El jugo del rábano exprimido utilizado externamente ayuda a curar
heridas de la piel y favorece la cicatrización en casos de quemaduras o
congelaciones.
Los minerales a destacar son el hierro y el yodo. “El yodo es un mineral indispensable para el buen funcionamiento de la glándula tiroides,
regula el metabolismo y interviene en los procesos de crecimiento. El
déficit de este mineral causa el Bocio, la glándula tiroidea se atrofia y
se ven afectada la actividad física y mental” advierte Sanz.
Elegir y conservar el rábano
Normalmente, el rábano se come crudo en ensalada y las hojas se
pueden cortar y añadir también a la ensalada como si fuera lechuga. En
general resultan un poco picantes al gusto pero, si los dejamos enfriar
en la nevera, pierden esa propiedad.
El sabor de los rábanos cambia en función de la variedad escogida y
del suelo en el que se hayan cultivado. Los más suaves son los rabanitos
pequeños y alargados, de color rojo y blanco. Las distintas variedades
se diferencian en tamaño, forma y en la intensidad del color rojo.
Encontramos rábanos largos, que miden entre 10-15 cm, y rábanos redondos
que tienen un diámetro entre 2-3 cm.
Los rábanos son uno de esos vegetales que no requieren demasiado
cuidado para conservarse y pueden durar tranquilamente hasta una semana.
Pero para que duren tanto en optimo estado tenemos que escogerlos bien a
la hora de comprar. Los rábanos que se conservan mejor son aquellos que
tienen sus hojas pero hay que asegurarse que tengan un color intenso,
que estén carnosos y con la piel suave.
Para guardarlos en el frigorífico les quitamos las hojas, los dejamos
sin lavar y los guardamos dentro de una bolsa de plástico perforada
para que respiren. En estas condiciones podemos consérvalos hasta 10
días en perfecto estado.
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