(La columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 16 de
enero de 2011)
Cumplidas ya las celebraciones navideñas, tenemos todo un año
para recuperar el agujero del cinturón que nos habían arrebatado las fiestas y su
inseparable glotonería. Indalecio Prieto, uno de los grandes nombres del
socialismo español en el pasado, era todo un Gargantúa y cuentan quienes le
vieron hacerlo que su afición a la carne de vacuno lo llevaba a comerse un
inmenso villagodio -la chuleta del lomo alto que él mismo bautizó con ese
nombre- guarnecida con media docenita de medallones de solomillo. En sus tiempos
de director y propietario de El Liberal, un gran periódico de Bilbao, Prieto se
sometía los lunes a una ‘cura’ de porrusalda para 'limpiar' los excesos del fin
de semana. Personalmente, tomo como patrón de tan benéfica sopa la receta de
Martín Berasategui, mi ilustre vecino, que se incluye en el Larousse gastronomique y que se elabora
con puerros, zanahoria, patatas y un chorrito de aceite. Berasategui la enriquece
con bacalao y mollejas de cordero -¡gloria bendita!-, pero pierde algo de sus virtudes
curativas.
[…] No faltan quienes la preparan con costilla de cerdo; pero
el gran debate se centra en una cuestión crucial: ¿con o sin ajo? Que cada cual
dicte su propia sentencia y obre en consecuencia en la sabiduría de que una
'dieta' de porrusalda nos depurará suficientemente para dejamos dispuestos a
otro año de excesos.
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