(Un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico
del Heraldo de Aragón del 26 de julio de 2014)
Si acudimos a un restaurante argentino y pedimos churrasco y
hacemos lo mismo en uno aragonés que lo incluya en el menú, seguramente nos van
a servir productos diferentes. En Argentina, al hablar de churrasco se refieren
a cualquier filete de vacuno, mientras que en Aragón y en el resto de España es
un despiece que se obtiene de la falda de la ternera cortada transversalmente y
no siguiendo la forma de la costilla.
En Sudamérica, en general, a nuestro churrasco lo llaman
asado de tira y ellos lo suelen consumir de un grosor bastante mayor al que
estamos acostumbrados por estas tierras. De hecho, cada tira puede tener hasta
ocho centímetros. De las características de esta carne sabe mucho el chef
argentino Armando Terzano. En la actualidad no ejerce profesionalmente de
cocinero, pero es buen conocedor de cómo se consume a los dos lados del
Atlántico.
[…] A la hora de intentar aportar un poco de luz sobre el
origen del término, Wikipedia supone un buen punto de partida. En ella se recoge
que «el churrasco es una comida originaria de España, donde aparece ya citada
en documentos del siglo XV y muy consumida en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, consistente, por lo general, en un
trozo de carne vacuna cocido sobre una plancha, a las brasas o directamente sobre
las llamas».
Según esta definición, el viaje original del churrasco se
hizo de España hacia Sudamérica, aunque la sensación general es que fue en esos
países donde más arraigó, hasta el punto de que hoy en día se percibe que es un
producto más suyo que nuestro. En cualquier caso, más allá del origen, lo cierto
es que en España este despiece se ha popularizado mucho, especialmente en
Galicia, donde los movimientos migratorios de ida y vuelta a Argentina han sido
constantes.
En Aragón también ha crecido su consumo. Lo confirma Rosa Borobia,
[de la carnicería Cuarzo], que asegura que «se ha convertido en una alternativa
frente a otras carnes más caras y; sobre todo, en primavera y en verano se pide
bastante». Sobre sus características, Rosa la describe corno «una carne de
segunda, un poco más dura que otras piezas, pero muy sabrosa por la presencia de
la grasa y el hueso».
Habitualmente, el churrasco que se vende al público proviene
de terneras de un año. La pieza de la falda la suelen tener entera en las
carnicerías y en el momento en que el cliente solicita los metes se cortan
directamente con la sierra. «El grosor más habitual es de un centímetro, sobre
todo para el consumo diario en casa, aunque hay gente a la que también le gusta
un poco más gordo para hacer a la brasa», comenta esta carnicera.
En la parrilla.
Efectivamente, Armando Terzano confirma que así es como se degusta
mayoritariamente en Argentina, «directamente sobre la parrilla o como si fuera
un espeto». «A diferencia de otras carnes, yo recomiendo echar primero la sal
para que se infiltre bien con la grasa y el hueso», prosigue. En el caso de las
piezas un poco más gruesas, aconseja ponerlas sobre la parte de la carne dos o
tres minutos «con la brasa muy viva para que se selle».
A continuación, quitar algo de fuerza al fuego y dar la
vuelta, sobre el hueso, «para que poco a poco el calor se vaya metiendo; de esta
forma no se reseca». Armando tiene muy claro que la brasa es la mejor solución
«porque la carne respira mientras que en la plancha o en la sartén no; se dora o
se tuesta, pero no es lo mismo».
Los cocineros, por lo general, prefieren el despiece de las
hembras «porque su grasa es mejor», comenta David Baldrich, [chef del
restaurante La Senda]. E hilando muy fino, se podría abrir hasta un debate
sobre qué parte de la falda es mejor, si la derecha o la izquierda. En este
sentido, Armando Terzano se refiere a la creencia que hay en su país de que las
vacas se acuestan siempre sobre el mismo lado, «de forma que si te comes la
costilla de la parte por la que se acuesta va a estar más dura que la otra,
pero de momento no hay ningún estudio científico que lo avale».
Aunque el chef David Baldrich no utiliza el churrasco en su
cocina, reconoce que en Aragón es «un bocado bastante apreciado por el que
mucha gente se decanta si aparece en un menú del día, como suele ser muy habitual».
[…]
En el terreno del acompañamiento, lo más normal es recurrir
al chimichurri, la típica salsa argentina, pero David considera adecuado
utilizar vegetales semicrudos e incluso aportar un toque dulce, «sin pasarse», que
contribuya a «enmascarar un poco el exceso de grasa que tiene este despiece». Rosa
Borobia sugiere que una de las opciones más habituales es hacer una picada de
ajo y perejil, mientras que Armando, entrando en el terreno del chimichurri,
explica que «cada argentino tiene una fórmula». «Básicamente -prosigue-, lleva
orégano, perejil, ají molido y ajo, pero también se le suele poner alguna
hierba más, cebolla o pimiento, y luego están los que lo calientan, aunque no
es necesario».
Este cocinero aporta otro acompañamiento que a él le gusta
mucho: hacer una picada de ajo, cebolla, pimiento rojo y verde, perejil, sal,
pimienta, aceite y vinagre; todo en crudo para comer al momento. En cualquier
caso, puestos a elegir, tiene muy claro que «si la carne es buena no es
necesaria ninguna compañía, tan solo un poco de sal».
En Argentina tampoco se estila adobar el churrasco, una
alternativa que en España es muy frecuente. Posibles adobos casi hay tantos como
versiones del chimichurri. Por ejemplo, utilizando pimentón, ajo, coñac,
romero, tomillo, laurel, aceite y vinagre. Habitualmente, se tiene 48 horas
macerando, un tiempo suficiente para que la carne absorba todo los sabores.
David Baldrich comenta que «al ser un poco más duro que
otros cortes, el adobo le viene muy bien». Él, en concreto, sugiere utilizar pimentón,
vinagre, sal, aceite de girasol y vino blanco. En cualquier caso, en muchas
carnicerías ya se ofrece la posibilidad de adquirir el churrasco fresco o adobado.
Y a buen precio. […]
El vacío, una pieza
casi desconocida
El corte de la falda es el más barato de la ternera. De él
se obtiene el churrasco, pero también incluye algún despiece poco conocido y
valorado. Se trata del vacío, la parte baja de la costilla donde ya no hay
hueso. «Es una pieza de carne tierna y muy sabrosa que en España apenas se vende,
salvo a algún restaurante argentino, ya que es en este país donde más se aprecia»,
comenta Armando Terzano. La carnicera Rosa Borobia también la conoce: «Es una
pieza relativamente grande como dos palmas de la mano, pero la gente no la
pide; sólo algún argentino la solicita porque resulta muy jugosa», así que lo
más normal es emplearla para carne picada. Armando explica que la pieza «lleva
como una piel por encima que ayuda a retener los jugos y está exquisita
preparada a la brasa».
Otros churrascos, de
cordero y de cerdo
En teoría, churrasco auténtico solo hay uno, el que se ha descrito
en este reportaje, proveniente de la carne de vacuno, pero como asegura Armando
Terzano el lenguaje se ha ido adaptando a otras realidades, «e igual que se denomina
lasaña a cualquier producto que va distribuido en capas lo mismo sucede con este
despiece».
De esta forma, el tajo bajo del cordero sería el equivalente
al churrasco de la ternera, con la salvedad, lógicamente, de que es una pieza
mucho más pequeña. El Grupo Cooperativo Pastores, por ejemplo, comercializa
churrasco de agnei ibérico que proviene del palo de la costilla, una pieza realmente
original y sorprendente por su sabor y presentación En el caso del cerdo,
también se utiliza esta terminología para hablar de las tiras de costillas, que
igualmente se preparan a la brasa aunque no resultan tan sabrosas como las de
vacuno.