(Un artículo de Alejandro Toquero
en el Heraldo de Aragón del 9 de marzo de 2019)
Cada vez existe una mayor
conciencia para aprovechar mejor los alimentos con una actitud creativa.
«Nuestras abuelas estaban
obsesionadas con no dejar comida en el plato ni desperdiciarla; sin embargo,
hoy en día hemos ganado en calidad de vida y parece que este mensaje no
interesa». Esta reflexión la realizó hace unos días el cocinero Pablo Soler en
el Ámbito Cultural El Corte Inglés de Zaragoza en un acto organizado por la
Academia Aragonesa de Gastronomía.
En este foro habló de cómo tener
una actitud creativa para el aprovechamiento de los alimentos. Y ahí,
precisamente, es donde va a poner el acento este reportaje alrededor de tres
argumentos: señalando algunos datos preocupantes, ofreciendo un catálogo de
buenas prácticas y, por último, mostrando una perspectiva diferente y
sostenible para que los descartes de nuestras cocinas vuelvan a ser
ingredientes utilizables.
Además de Pedro Soler, en este
relato hay otros protagonistas, como el Basque Culinary Center, que
recientemente ha editado un manual de descartes. En él se sugiere dejar de
llamar residuos a los restos del pan o la piel de la zanahoria para
denominarlos, de nuevo, «materias primas».
Algunas técnicas vinculadas a la
reutilización de productos como la deshidratación, las caramelizaciones
extremas o la fermentación también van a ser protagonistas. En este último
caso, de la mano de Chus Castejón, de Fermentación Natural, que realiza talleres
para enseñar esta técnica y en estas páginas ofrece una receta para elaborar
chucrut, aunque para su elaboración no emplea subproductos.
En fin, un universo tan amplio
como difícil de resumir en estas líneas, que básicamente son una aproximación a
una realidad preocupante y a un reto apasionante: cómo aprovechar mejor los
alimentos.
El Gobierno de Aragón, a través
de una guía de buenas prácticas frente al desperdicio alimentario, también ha
dado visibilidad a este problema. Con tres datos se puede entender su
dimensión. La Fundación Aquae destaca que «en España desperdiciamos 169 kilos
de comida por habitante al año».
La guía también recoge que «un 8%
de los aportes de emisiones de CO2 a la atmósfera los estamos produciendo con
los alimentos que no nos comemos». Y una última consideración: «En España
tiramos 7,7 millones de toneladas de alimentos cada año por las fechas de
caducidad demasiado cortas, por envases muy grandes, por excedentes en la
producción, por comprar más con los ojos que con la cabeza...».
¿Qué podemos hacer como
consumidores para mejorar esta situación? Pues muchas cosas. Por ejemplo,
planificar la compra o mantener en buenas condiciones los alimentos: «Guardar
las piezas de fruta y verdura que estén a medias en fiambreras cerradas o bolsas;
si solo se utiliza un trozo de pimiento, dejar el tallo y las semillas; separar
la fruta muy madura del resto y no lavarla antes de almacenarla».
Si se trata de alimentos
cocinados, sobre todo restos de carnes y pescados, «sirven de base para
croquetas y empanadillas». Y antes de tirar fruta demasiado madura hay que
pensar en macedonias, compotas, batidos y tartas. O en el estupendo 'banana
bread' en el caso de los plátanos. Las verduras mustias dan mucho juego para
cremas o sopas. Es una de las sugerencias que planteó uno de los asistentes a
la charla de la Academia de Gastronomía en relación a las hojas de la borraja.
«Ligeramente escaldadas, con unas patatas, el agua de la cocción y un buen
aceite queda una crema estupenda».
Al margen de estas
recomendaciones, una perspectiva distinta se abre ante la posibilidad de que
muchos descartes de nuestras cocinas vuelvan a ser ingredientes utilizables. En
el Basque Culinary Center se han preocupado por este tema editando un práctico
catálogo que se puede descargar de su página web: www.bculinary.com.
FERMENTACIÓN. En él, por
ejemplo, se detalla que la fermentación alcohólica y acética es una herramienta
clave para transformar las pieles de frutas y verduras en bebidas alcohólicas y
vinagres. Simplemente realizando una infusión de pieles de zanahoria, apio,
nabo, patata o manzana, añadiendo alcohol neutro y oxidándolo para que las
bacterias acéticas se hagan cargo de transformar el alcohol en ácido acético,
se consiguen vinagres con un gran valor gastronómico.
En un nivel más alto de
complejidad encontramos la kombucha, una colonia simbiótica de bacterias y
levaduras que fermenta el azúcar y logra una bebida de un sabor ácido y
levemente gasificado. Otra técnica, en este caso proteica, es el koji. La
deshidratación consiste en privar a los alimentos o preparaciones de una parte
más o menos importante del agua que contienen. Recurrir a ella permite una
conservación más larga de los productos y reducir su peso y volumen.
A la hora de aplicar estas
técnicas en los descartes más comunes, el Basque Culinary Center los resume
alrededor de cinco tipos de productos. De las verduras (apio, cebolla, patatas,
ajo, tomate, calabazas...), las pieles y las semillas «sirven como potenciadores
de sabores, doradas o deshidratadas, para caldos, vinagres o infusiones».
Igualmente, se pueden emplear las de las frutas para jarabes o compotas. En
este caso, las pulpas son una importante fuente de azúcares y fibra.
Los restos de pescados,
utilizados tradicionalmente para caldos y consomés, pueden cobrar nueva vida
como salsas fermentadas tipo garum. Y en el caso de pieles y escamas, para obtener
productos suflados y crocantes una vez deshidratados. Algo parecido podría
decirse de la carne, cuyos cartílagos o colágenos son una buena fuente de
proteína.
Finalmente, si se utilizan
residuos de pan es importante saber antes su composición, «tener en cuenta si
tiene frutos secos, fruta, especias o levaduras artificiales, ya que todo ello
afectará al resultado final». En todos los casos, este manual insiste en una
idea: «Si estos productos no están en buenas condiciones para comerlos, no
estarán en buenas condiciones para fermentarlos, deshidratarlos o realizar otra
técnica».
SUGERENCIAS. A modo de
colofón, el cocinero Pablo Soler sugiere algunas ideas más. Por ejemplo, para
reutilizar las hojas de las alcachofas. «Se pueden quemar a la brasa o ahumar
en el horno y luego preparar con ellas un caldo increíble». La técnica de
caramelización extrema se consigue confitando distintos productos (ajos,
castañas, peras, cebollas...) entre 60 y 70 grados durante días e incluso
semanas. Como resultado, obtendremos estupendos potenciadores de sabores para
incorporar a distintas recetas.
Este cocinero también sugiere que
los recortes de los ajos picados mezclados con miel y conservados en una bolsa
«ofrecen un resultado sorprendente». «Y con las peladuras de las patatas -prosigue-
fermentadas en una salmuera y luego cocidas, se puede hacer una masa muy rica».
O aprovechar las hojas de la borraja tostadas en el horno para elaborar aceites
con la inestimable ayuda de la Thermomix.
En fin, todo un mundo de
posibilidades que pasa por incorporar a nuestro 'chip' de consumidores una
nueva mentalidad. Por ejemplo, para que cuando, vayamos a un restaurante y
sobre comida, le pidamos al camarero que la ponga en un envase para llevar.
RECETAS
Chucrut de verduras,
jengibre y curry rojo
PREPARACIÓN
Ingredientes: Col lombarda y col
de hoja. Dos zanahorias. Una cebolleta. Un trozo pequeño de jengibre. Sal
marina pura y curry rojo picante.
Materiales: rallador, cuchillo,
un bol grande y un bote fermentador (bote de vidrio con tapa, válvula de aire y
peso).
Elaboración: Limpiar bien la zona
de trabajo y mantener una buena asepsia durante todo el proceso de elaboración.
Rallar las coles en un bol realizando cortes finos parecidos. Hacer lo mismo
con la cebolla y las zanahorias e incorporar un trozo de jengibre pelado de dos
centímetros de grosor. Añadir la sal marina pura. Dos cucharadas soperas rasas
por kilo. En este caso, al pesar kilo y medio, poner tres cucharadas. Reservar
unas hojas de la col sin cortar. Añadir curry rojo al gusto y mezclar bien
todos los ingredientes. Amasar durante unos minutos. Dejar reposar una hora,
aproximadamente, para que las verduras suelten el agua. Introducir las verduras
en el bote de cristal poco a poco e ir presionando con la maza de un mortero o
similar para que queden compactas y suelten el agua. Al terminar, poner las
hojas de la col y el peso del bote fermentador encima. Si no tiene
suficientemente líquido, preparar un poco de agua con sal. La salmuera tiene
que subir un dedo por encima del peso y quedar como a dos centímetros del borde
de la tapa. Cerrar el bote, que a través de la válvula de aire deja salir el
CO2 e impide la entrada de bacterias y oxígeno al ser una fermentación
anaeróbica. Dejar a temperatura ambiente en lugar que no dé la luz directa. La
temperatura idónea son 25 grados. Transcurridos 15 días ya se puede probar el
chucrut.
Vinagre de pieles de
verduras
PREPARACIÓN
Ingredientes: Dos litros de agua.
0,5 litros de alcohol (40º). 300 gramos de pieles de verduras (zanahoria,
cebolla, ajo, etcétera).
Materiales: jarro de vidrio o
plástico alimentario, lito, banda elástica y bomba de pecera.
Elaboración: Lavar las pieles de
verduras y secar en un horno 30 minutos a 120 grados. Dependiendo del sabor que
se quiera, se pueden tostar más o simplemente deshidratar. Mezclar las verduras
con el agua y llevar a hervor. Dejar reposar 20 minutos, enfriar a un mínimo de
30 grados, filtrar y agregar el alcohol. En este punto, se pueden añadir más
pieles de verduras tostadas para potenciar el sabor. Colocar la manguera de la
bomba de pecera, cubrir con un lito y fijar con la banda elástica asegurándose de
que la manguera de la bomba funciona. Dejar oxigenando siete días para que las
bacterias acéticas procesen el alcohol transformándolo en ácido acético a una
temperatura ambiente de unos 20 grados. Es importante tener en cuenta que las
diferentes mezclas de verduras que se hagan influirán directamente en el sabor
y el aroma. Se recomienda utilizar una proporción mayor de pieles de vegetales
dulces como zanahoria, hinojo o calabaza y pensar en pieles de ajo o cebolla
como un sabor secundario y complementario. Funciona muy bien con pieles de
frutas.